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Cuando se despertaron el jueves pasado no tenían la menor idea de la aventura que iban a vivir en los próximos días. Carlos, “Caballo loco”; Juan, “El liebre”; y Javier, “Mueble bar” habían planeado disfrutar de un viaje en moto por Marruecos durante el puente de finales de febrero. Su principal objetivo era recorrer la parte baja de la cordillera del Atlas, ya que la zona alta es totalmente intransitable en esta época del año. Cinco días. Eran cinco días. Cinco jornadas completas fuera de casa, lejos de sus familias, del estrés laboral y de cualquier preocupación, para rodar por carreteras magrebíes y deleitarse con los fantásticos paisajes que ofrece el país. Sin embargo, el “viaje de relax” se iba a convertir en pocas horas en una odisea que, para qué nos vamos a engañar, han disfrutado el doble.
A decir verdad, algo deberían haber sospechado Carlos y Javier cuando a las tres de la tarde, a la hora exacta que habían fijado para salir hacia Algeciras, Juan llama para decirles que su moto “experimenta algunos fallos”. Bien, bien, la cosa empieza bien. Bueno, no pasa nada de todas formas, puesto que pueden salir un poco más tarde. Y efectivamente lo hicieron, a las cinco en punto (hora a la que debían coger el ferri de acuerdo al plan inicial) colocaron una pierna a cada lado de sus fieles compañeras de viaje (las motos, por supuesto) y comenzaron el periplo de sus vidas. El próximo relato es la HISTORIA DE UNA AVENTURA.
Llegar a Marruecos fue como reencontrarse con un viejo amigo. Habían estado en el país hacía apenas unos meses y ahí seguía esperándolos: paciente, con mirada cálida y sin ningún reproche. Todo estaba donde lo habían dejado. Muy obediente este su amigo Marruecos.
La primera noche la pasaron en un albergue vacío de Ketama. El frío lo envuelve todo, se instala en los huesos, parece que ha decidido acompañarlos durante la expedición. Tan amigo se hace del grupo, que a la mañana siguiente se encuentran las motos completamente heladas. Parece que las bajas temperaturas no quieran despegarse del equipo y que hayan encontrado la solución perfecta a sus propósitos haciéndose sólidas, cuajándose, como si quisieran pasar inadvertidas cual polizones de un transatlántico.
Después de conseguir desprender las finas placas de rocío helado de sus compañeras metálicas, los tres malagueños iniciaron el segundo día de viaje rumbo a Azrou. Será una jornada bastante movidita puesto que la moto de “El liebre” comienza a tener problemas de nuevo. Durante el trayecto se rompe uno de los retenes del amortiguador izquierdo, lo que provoca que la llanta delantera se abolle al no cumplir este con su función. Tienen que buscar un herrero en el pueblo más cercano que, después de algunos toques de martillo consigue, como por arte de magia, dejarla en perfecto estado. ¡Qué maestro del reciclaje! Solo necesita de una maza y una madeja de nilón para hacer de cualquier chatarra un objeto en condiciones excepcionales. Un auténtico artesano tan difícil de encontrar en las grandes urbes del mundo occidental.
Poco a poco nos vamos acercando al tercer día de ruta…el día que comienza la verdadera aventura del viaje.
El sábado, viendo las condiciones en las que se encontraba la moto de Juan, que evidentemente no podía seguir el ritmo que habían fijado en Málaga (a pesar de haber sido arreglada temporalmente), decidieron visitar el Circo de Jaffar y pasar allí la noche en una de las jaimas preparadas para los turistas. Se enfrentan con dos opciones para afrontar el recorrido: la más transitada y la que no lo es. A estas alturas del relato supongo que ya habréis deducido cuál cogen nuestros moteros: la “más chunga”. A lo largo de un solo día podemos llegar a tomar muchas decisiones. Unas, tendrán consecuencias a corto plazo; los resultados de otras, los notaremos en un período más largo. La mayoría son decisiones involuntarias de las que apenas nos damos cuenta. Pero todas ellas conforman la experiencia que vamos adquiriendo.
En este caso, los efectos de aquella determinación aparecieron a los pocos minutos de haberla considerado; y les han dado mucha, pero que mucha experiencia. Quizás demasiada.
El sendero elegido está cubierto de barro y nieve, la mezcla perfecta para unas motos que no cuentan con cubiertas de tacos. Como es evidente, a los pocos minutos de avanzar por allí estos aventureros quedan retenidos en una trampa natural. Deciden, aún así, continuar con el camino, muy influidos sobre todo por unos pequeños pastores que aparecen de la nada cuando menos lo esperan. Los jóvenes les dicen que la pista se encuentra a sólo un kilómetro del punto en el que se encuentran. Con esta frase los guiarán durante unas horas, haciendo que parezcan unos sabuesos en busca de un rastro, totalmente cegados, pues piensan únicamente en llegar a su destino, a pesar de que las condiciones se vuelven más hostiles a cada paso que dan. De repente, se enfrentan con el final de un camino que desemboca en una empinada cuesta abajo, un inconveniente totalmente inesperado que hace que tengan que detenerse a pensar detenidamente cómo van a afrontar el reto. Es el momento de hacer frente a la situación real en la que se encuentran: están perdidos en mitad de la nada, con unas motos que no pueden avanzar, sin agua y acompañados de unos adolescentes que no entienden su idioma y les dan falsas esperanzas. En este instante no hay tiempo para las lamentaciones. No sienten miedo, lo único que piensan es que las motos no saldrán de allí. Haber tenido miedo habría significado el fracaso inmediato. El pánico te paraliza, aturde la mente, mezcla los pensamientos, crispa los nervios y te arrastra a una batalla entre el “yo” que quiere salir adelante y el “yo” que espera que la solución surja por sí sola. Con miedo esa batalla se pierde siempre. Por ello, se mantuvieron serenos y meditaron detenidamente la forma de bajar la pendiente. Con ayuda de sus nuevos amigos bajaron uno a uno montado en su moto mientras que el resto del equipo se mantenía a ambos costados del vehículo. Una vez que superan el desafío se dirigen a un universo nuevo. Los jóvenes que los han acompañado durante el trayecto se han convertido, inesperadamente, en pastores de un rebaño humano. Los conducen como si fueran unos chiquillos, casi de la mano, a su realidad cotidiana. Van a descubrir una dimensión desconocida tanto para ellos como para nosotros, de la que únicamente tenemos constancia a través de documentales y reportajes: llegan al asentamiento de una tribu bereber.
Y de repente el tiempo se para. Y gira. Y se vuelve a parar. No saben siquiera cómo ha sucedido, pero no pueden negar lo evidente. La máquina de Wells los ha trasladado a una época anterior a la Edad Media en la que el hombre carece de las preocupaciones que agobian a la sociedad occidental. Es el ser humano en estado puro. Aún no ha sido corrompido por el dinero, el poder o el sexo y dedica sus días al disfrute de la naturaleza, a la vida contemplativa. Vive para respirar, para observar, para amar, para cuidar del rebaño. Vive para vivir.
Se produce entonces un choque de culturas. No se entienden, no conocen nada, absolutamente nada, los unos de los otros, ni pueden incluso comunicarse con palabras, pero ellos saben que nuestros viajeros necesitan ayuda y sin dudarlo, se la ofrecen. Se la regalan. No esperan nada a cambio.
Media hora después ésta es la estampa: ocho individuos sentados alrededor de una hoguera cara a cara, contemplándose, sonriéndose, midiéndose en silencio. ¿Qué se dice a alguien que te abre las puertas de su hogar desinteresadamente cuando no se sabe cómo hacerlo? En este ambiente no son necesarias las palabras, con un gesto se expresa más que con diez frases seguidas. De repente uno de “los nuestros”, que es médico, se da cuenta de que una de las hijas de su salvador cojea y en seguida le preguntan (de la mejor forma que pueden) qué le ha sucedido y si es posible reconocer el tobillo más de cerca. ¡Qué suerte contar con un traumatólogo en el equipo! (tomad nota por si se os ocurre hacer un viaje de estas características en el futuro: MÉDICO, MIEMBRO ESENCIAL, SI ES “DE LOS HUESOS” MEJOR). La pequeña tiene un esguince. Carlos se ocupa de inmediato del problema, le venda el pie y les explica que se tiene que tomar un antiinflamatorio cada día las tres próximas jornadas. Este pequeño gesto por parte de “Caballo loco” provoca un giro inesperado en la situación: el salvador quiere ahora ser salvado también y, creyéndose que Carlos es un “manitas” del cuerpo humano, abre la boca para enseñarles la dolencia que padece. En poco tiempo ha surgido una simbiosis perfecta, se necesitamos mutuamente.
Tras pasar la noche con su nueva familia, comienza a despuntar el cuarto día del viaje. Disponen realizar una pequeña expedición sin motos para reconocer el terreno que les rodea y averiguar cuántos kilómetros los separan del Circo de Jafar. Es entonces cuando, después de unos cuatro mil metros a pie, se dan cuenta de que están más lejos de lo que podían imaginar. Ante esto, comienzan el recorrido de vuelta a la casa de sus salvadores, en donde además, habían dejado sus vehículos. La mejor solución será deshacer el camino que los llevó hasta ellos. Aunque será un viaje de vuelta bastante duro, esta vez están preparados, puesto que han descansado durante la noche, ya no llevan sobre los hombros el peso de la fatiga acumulada el día anterior.
Tras la despedida pues, inician el periplo. La máquina del tiempo vuelve a ponerse en marcha para enviarlos de nuevo a la época a la que pertenecen. Regresan al camino que tanto les costó superar la vez anterior. Nuestros pequeños pastores los acompañan y ayudan a subir la empinada rampa. Ya todo comenzará a ser más fácil a partir de ahora. Las fuerzas vuelven a sus cuerpos y después de unas cuantas horas se encuentran en el inicio del sendero que decidieron tomar apenas 24 horas antes y que tantas sorpresas les ha deparado.
Desde aquí partirán a Meknes, y así hasta llegar Tánger y a Algeciras. De nuevo en casa. De nuevo a la rutina. Sin embargo, han vuelto cambiados. Esta aventura les ha abierto la mente, sus horizontes abarcan más terreno que hace una semana. Ha sido una experiencia única, sobre todo de convivencia. Los lazos que nos les unen se ha reforzado y les han atado además a una familia que nunca podrán olvidar. Tampoco quieren hacerlo. Les ha demostrado que el ser humano es generoso, a pesar de que sea difícil apreciarlo en el mundo materialista en que vivimos. Se puede ofrecer todo sin esperar nada a cambio. Se puede querer sin conocer, pues amar no es besar, abrazar o llorar una pérdida. Amar es tender una mano al que lo necesita. Amar es compartir. Amar es lo que han vivido. Los bereberes aman, y nuestros moteros malagueños aman a los bereberes.
Lidia Revello de Toro Pérez-Ximénez
Con vuestro permiso, me cuelo para colgar algunas fotos. Iré poco a poco, para poder comentarlas. Os contaré donde fueronon tomadas y nuestras sensaciones sobre estos maravillosos parajes.
Caballo Loco
Espectacular bosque al Suroeste de Ketama, en el camino hacia Tahar-Soul.
Pantano cerca de Aknoul. No nos dejaron fotografiarlo de cerca, por ser considerado objetivo militar.
Espectacular vista llegando al Atlas desde Midelt.
No sé por qué, pero esta fotografía me encanta.
La llanta de la moto de "El Liebre" siendo reparada cuando llegamos a Taza.
Los enviados especiales de La Mugre al Atlas
Maleta-cocina de asalto de "El Liebre"
"Mueblebar" Esquivando un pickup en mitad de la autopista.
No nos podíamos creer el tiempo que hizo ese día !!!
Nuestras grandes ruteras en su habitat natural.
"Mueblebar". Incansable caballero motero. Imprescindible la hora de negociar el precio de las jarapas !!!
"El Liebre". Poco recomendable, si hay escasez de agua ja, ja, ja !!!
"Caballo Loco". Menos recomendable aún si hay que fiarse de su GPS !!!
"La Cafetera", record absoluto de caídas en barro con nieve.
Preciosa foto de la moto de "Mueblebar" olfateando el camino a la cima.
Rueda justo antes de empezar a bloquearse por el barro.
Campamento base en el establo de cabras
Nuestro aposento en el establo de cabras. Hotel *****
La dulce y pequeña Jalima
Exteriores del refugio Bereber
El Liebre charlando en "árabe" con el pastor bereber
El camino de llegada a la casa de los pastores del Atlas. Un paseo ja,ja,ja...
Fachada de la casa de los vecinos
La hermana de Jalima con su bebé
Mi pobre moto estuvo más tiempo en el suelo que rodando...
Una vista muy dificil de conseguir. El Circo del Jaffar visto desde atrás
"Mueblebar" con nuestra familia adoptiva
El majareta de "Caballo Loco" con nuestros salvadores
"Mueblebar" y "El Liebre" en pleno infierno !!!!
"Mueblebar" posando para un anuncio
"Caballo Loco" consultando sus mapas en plena ruta
"El Liebre" sacando gasolina de la nave nodriza
"El Liebre" reparando su moto en plena ruta. Mira que le gusta una herramienta a este tío !!!
7 comentarios:
me encanta el video!!
Y a mi el relato, muchas gracias Yiyi.
el segundo video es para mandarlo a cuatro porque es de desafío extremo total
Fantastico relato y aventura. Felicitaciones a la reportera.
Un saludoa a todos.
JM Santos(Joeseph)
Enhorabuena a los dos por el precioso relato (se nota que nos quieres mucho, Yiyi) y por la currada del montaje de los vídeos. Espero que no te importe que cuelgue algunas fotos, querido Mueble.
Un abrazo
¡¡¡Que gozada!!!
Un abrazo,
Krasty
Me he partido de risa con el último vídeo !!!. Sobre todo con el discurso de "El Liebre".
La última toma esta hecha con la cámara en el casco y no se ve nada mal.
Montaje escpectacular, "Mueble". Enhorabuena.
QUEREMOS MÁS !!!!!!
Dile a Javierito que te pase el vídeo por el software antivibración del Ivideo, una vez que lo hayas editado y antes de colgarlo. Ya verás como se nota la diferencia.
A las 08:00 tengo cita en el taller para revisión de os 60.000 km y cirugía del embrague. Temblando estoy....
ya os contaré.
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